Cuentos Perthes – El rubiete patachicles

Cuento Perthes - El rubiete patachicles

EL RUBIETE PATACHICLES

Cuento de Victoria Olaya.

Hace ya algunos años, en un barrio de una gran ciudad, vivía una pequeña familia (por el número de personas que la componían) pero muy grande por su corazón y su fuerza.

La familia estaba formada por su padre Manuel, su mamá Victoria y un hijo precioso, alegre, risueño, trasto, inquieto, noble, amoroso, deportista, estudioso, juguetón, responsable….llamado Manuel también.

Era una familia normal, con una casa normal, con una vida normal, unas inquietudes normales, que vivía en un barrio normal, rodeados de vecinos normales, pero un día… ésta normalidad se tornó como por arte de magia y tuvieron que hacer frente a imprevistos nunca imaginados, ni oídos hasta ese momento.

Fue aquel día del mes de mayo al poco de empezar la primavera, con el cielo azul, soleado, las hojas en los árboles, el olor en las flores, la sonrisa en las bocas y la alegría en los corazones cuando por circunstancias incompresibles aquel rubiete revoltoso empezó a quejarse de dolores en el tobillo, la rodilla y la cadera derecha, dolores que lejos de quitarse, aumentaban a pesar  de los esfuerzos de su madre por paliarlos con masajitos mil, llenos de cariño.

Ante ésta situación no tuvieron más remedio que acudir al médico que todo lo sabe de dolores y traumas y en el gran edificio blanco con su cruz roja, les dijeron unas palabras enigmáticas que no entendían: Perthes, su hijo tiene Perthes. Era un palabro que nunca habían oído, no sabían qué significaba, ni qué tenían que hacer, entonces decidieron recopilar toda la información posible para descifrar el sortilegio del Perthes y poder hacerle frente.

Lo primero fue crear un mantra con el que combatirlo: “Podemos, a por ello y jajarajaja”. Repitiéndolo hasta la saciedad cada día se convencieron de que serían fuertes y no se dejarían derrotar por aquel avatar.

Después  recurrieron a todas las artes habidas y por haber, potingues, brebajes, santones, amuletos… hasta que un día apareció en sus vidas la Maga Rocío con su bata blanca y su dulce sonrisa, de sabiduría extrema y de gran corazón que les dijo que ella tenía un conjuro para superar a Perthes. Les contó que tendrían que ir a verla muchas veces, que le haría a Manu muchas fotos para ver si veían al tal Perthes atacando sus huesos, que tendría que ser bueno, paciente y no correr, ni saltar en mucho tiempo pero que si cumplía todas las instrucciones podríamos con ese tipejo, les añadió unas muletas por si acaso hubiera que reposar cuando las piernas le dolieran o el tal Perthes quisiera atacarle.

Siguieron estas instrucciones durante mucho, mucho tiempo, invocaron a la Maga Rocío en infinitas ocasiones y ésta siempre aparecía con su bata blanca, su bonita sonrisa y un chupachupa para endulzar a Manu (tantos chupis tomó, que el rubiete si cabe se volvió todavía más dulce, bueno y responsable).

Ésta batalla contra Perthes fue larga y no siempre fácil, pero llegó el día en que toda la familia fue convocada en el gran edificio para recibir la mejor noticia de sus vidas, Manu había ganado la batalla a Perthes. Él, pequeño pero valiente y luchador había podido con el bellaco que se había colado en su cadera para fastidiarle, él que se había apuntado a waterpolo para ahogar a ese bribón, lo había conseguido.

 

Y así fue como Manu poco a poco, como todo en la vida, se fue recuperando y volvió a ser un niño normal, con una vida normal (de niño), aunque he de decir que ésta familia ya nunca volvió a ser normal.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

 

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