Cuentos Perthes – El monito saltarín

Cuento Perthes de Noelia Delgado

EL MONITO SALTARÍN

Cuento de Noelia Delgado.

 

Érase una vez la historia de un monito de unos 4 añitos de edad llamado Izan.

A Izan desde muy pequeñito, casi sin saber caminar con total agilidad, le encantaba trepar, saltar, correr, y le volvía loco todo aquello que tuviera ruedas, patinete, skate, monopatín, bici. Le encantaba jugar a futbol, básquet, ir al skatepark y correr por la jungla.

En el colegio no podía parar de correr de un lado para el otro, y a su profesora le costaba muchísimo que estuviera sentado.

Cuando el monito Saltarín tenía 3 años y medio de edad, nació su hermanito Axel, estaba loco de contento con él,  pero cuando Axel tenía unos 9 meses, Izan siempre pedía que lo cogieran el brazos. Sus papas monos pensando que se trataba de celos, así lo hacían, hasta que se cansaron de esa situación.

Fue entonces cuando el pequeño mono Saltarín se empezó a quejar de un dolor en la rodilla, más tarde en la ingle y así durante semanas. Así que empezaron a visitar médicos hasta que encontraron a la doctora Jirafa, muy simpática y agradable, quien le dijo al monito:

  • Tu patita ahora está muy cansada de tanto jugar y necesita descansar mucho, en un mes no podrás correr, saltar, chutar, y casi mejor ni andar.

Afortunadamente ese mes pasó volando, el monito Saltarín casi ni se quejó, salía a pasear en cochecito a la jungla cuando no había monitos a jugar en la arena.

Pasado un mes, empezó a hacer todo de nuevo, trepar árboles, correr, saltar, chutar, pero el dolor volvió y con más fuerza.

Visitaron de nuevo a la doctora Jirafa y ella comentó la existencia de una tal Enfermedad de Perthes. Había que hacer unas pruebas, pero todo apuntaba a que se trataba de eso.

La doctora Jirafa les explicó a sus papás y al monito:

  • La cabeza de tu fémur, el hueso más largo de tu patita, se ha destruido. No le ha llegado suficiente sangre y ese huesito ahora es muy frágil, se está aplastando y eso te provoca el dolor y la cojera.
  • Habrá que hacer unas pruebas, les dijo la Jirafa.
  • Y si salen positivas, tendrás que hacer lo mismo que el mes pasado, pero ésta vez por mas tiempo. Pasarán algunos meses, hasta que tu huesito crezca grande y sano.

El monito Izan se encontró un día debajo de una gran máquina, con la cual le iban a mirar cómo fluye la sangre hasta sus huesos, llamada gammagrafía, a él le asustó mucho. Por suerte tenía a sus papás allí para calmarlo y darle tranquilidad.

Con  los resultados de las pruebas, que salieron afirmativas,  se fueron a ver al malvado tigre doctor Rompe Esperanzas. Aquel malvado tigre, sin apenas mirar al pequeño monito ni a sus papás a la cara, lo único que sugirió fue ponerle un aparato en sus pequeñas patitas durante un año, de día y de noche. Sus papás se negaron rotundamente. Y volvieron a los brazos de la doctora Jirafa.

Como ya sabéis al monito Saltarín le costaba horrores estar sentado, así que buscaron alternativas, cada día iban al río a nadar, escondieron todo lo que le podía hacer dañopatinete, pelotas, skate… Como le gustaba la música, sus papas monos le compraron un tambor y venía el profesor Cebra a enseñarle a tocar. Como le gustaba el dibujo en verano se apuntó a un campus de pintura y manualidades.

Con el tiempo el monito Saltarín iba creciendo y sus ganas de moverse y jugar también, no era fácil dejar de hacer lo que le gustaba. En muchas ocasiones cuando salía a pasear en su cochecito, tenía que soportar que animales de la jungla desconocidos para él le dijeran que era muy grande para ir en carro.

Así que un día Izan empezó a sentirse mal, con apenas 5 años no sabía expresar lo que sentía, pero en sus actos lo reflejaba, estaba rabioso.

Desde aquel momento los papas monitos decidieron que tenían que cambiar, había que volver a retomar costumbres, adaptadas eso sí, pero volvieron a salir a la jungla, al río y a jugar con sus amigos.

Sus papas se volvieron sus patitas, allá donde el monito Saltarín no podía llegar ellos lo hacían con él, lo llevaban en brazos, volvió a jugar a pica-pared, escondite, básquet, lo llevaban colgado a las espaldas para hacer excursiones. Organizaban meriendas con juegos sentados con los amigos y familiares.

El tiempo pasaba y las pruebas médicas, unas fotos en la cadera, llamadas radiografías iban saliendo bien. Durante un año él solo le pedía a la doctora Jirafa jugar a futbol en el recreo pero esto no podía ser.

Con  6 años y medio de edad, cuando ya el curso escolar estaba a punto de finalizar, el monito Saltarín fue a visitar a la doctora Jirafa. Tan, tan agradable como la primera vez, lo miró fijamente y le dijo:

  • Eres un pequeño monito muy valiente, lo has hecho muy bien, y eso que no era fácil, has ganado al Señor Perthes.

El monito Saltarín no entendía nada, los papás solo lloraban, y esta vez era de alegría. La doctora lo cogió y le dijo.

  • Mañana ya podrás jugar a fútbol en el colegio y así todos los días.
  • Ya puedes hacer “vida normal” correr, saltar, skatepark…

Se subió al coche sin hablar y sus papás le dijeron.

  • ¿Qué quieres hacer ahora?

El pequeño no tardó ni un segundo en contestar:

  • Comprar un balón de fútbol.

Así lo hicieron y desde entonces el monito Saltarín no ha dejado de chutar, va al río a nadar, toca el tambor y le encanta dibujar, va al skatepark, juega a baloncesto, e incluso ha aprendido hacer snow.

FIN

 

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