Cuentos Perthes – Hortalizas e iones

Cuento Perthes de Kathryn Escribano

HORTALIZAS E IONES

Cuento de Kathryn Escribano.

Ella lo sabía muy bien.  Tenía una frutería y madrugaba para coger los mejores productos de la tierra  para sus clientes: los plátanos moteados de Canarias, las peras del Bierzo,  las mandarinas más dulces…pero, aún así,  sabía que hasta la manzana más redonda y más reluciente podría traer sorpresa.  Como dice el refrán, ‘no es oro todo lo que reluce’ y, al igual que sabía que la fruta aparentemente más perfecta podría estar dañada e incluso llevar dentro un gusano, ella sabía que algo no iba bien con su hijo.  Guapo era y mucho, pero había un algo que no se explicaba.

—Es un caprichoso —le decían, pero ella se negaba a creerlo.

—Es muy movido, no para, no atiende, es pegón…

—Hombre —asentía —se mueve, pero es por algo.

—Me duele, mami  —le decía su hijo cuando le arropaba por la noche, señalando su cadera y ella, que sabía lo mucho que le gustaba el fútbol, sabía que no era ninguna excusa.

—¿No cojea algo el niño? —le preguntaban.

—Pues, sí, no anda como sus compañeros ni como su hermano cuando tenía su edad.

—Bah, será para llamar la atención —le decían otros.

—Que no, que no.  No lo creo.  Os juro que hay algo más.

Por suerte, esa misma capacidad de superación que le ayudaba a madrugar día tras día, le sirvió para insistir, insistir e insistir y de tanto insistir, dio con un médico que le puso nombre a lo que tenía su hijo y menudo nombre tenía: la enfermedad de Legg-Calvé- Perthes.  Ese nombre tan rimbombante le sonaba hasta aristocrático pero ella prefería dejarlo en Perthes.

—Se da en mayor grado entre niños —le explicaron.  —Pues, efectivamente, su hijo era varón.  Se presenta generalmente entre los 4 y 10 años.  Estaba en Infantil, así que también coincidía la edad. ¿Cojera? Sí.  ¿Rigidez?  También.  ¿Dolor?  Mucho.  Cada vez estaba más convencida de que era eso lo que tenía su hijo y así lo confirmaron las pruebas: una exploración física, una radiografía y una resonancia magnética.

¿Y ahora qué?  Lo primero que quería era explicárselo a su hijo.  San Google, ¿Qué me ofreces?  La definición que encontró en el Manual MSD le dejó bizca: La enfermedad de Legg-Calvé-Perthes es una osteocondrosis que comprende la necrosis aséptica idiopática de la cabeza del fémur. Claro, si ella no era una profesional de la medicina, mucho menos lo era su hijo de tan corta edad.  ¿Osteocondrosis?  ¿Necrosis aséptica idiopática?  Todo le sonaba a chino pero siguió leyendo, siguió informándose y al final decidió echar mano de lo que ella dominaba: las frutas, las hortalizas…

A veces, al final del día, ella subía a casa los últimos productos que no se habían vendido y, antes de ponerlos en la mesa, les animaba a sus hijos a usar su creatividad e imaginar qué podrían ser.  Al estilo de Arcimboldo, daban un nuevo uso a las frutas.  A veces eran narices y ojos pero otras veces convertían las zanahorias en cohetes, las patatas en planetas, las naranjas en estrellas.  Su imaginación no tenía fin.

Inspirada, bajó a sus dos hijos a la frutería y les mandó buscar la hortaliza más larga de todas las que había.  Enseguida localizaron la bandeja de puerros.

—¿Sabéis cuál es el hueso más largo de nuestro cuerpo? —preguntó.

—Fácil  —dijo el mayor, ya que lo acababa de estudiar –el fémur.

—Así es.  Mirad este puerro.  ¿Cómo pensáis que ha crecido tanto?

En esto el pequeño pudo contestar: —Por el sol, la tierra y el agua.

—Muy bien.  Ahora, imaginad qué habría ocurrido si ni llueve ni se riega nunca pero está expuesto a mucho sol.  ¿Crecería?

—Pues no.  Se muere, ¿no?

—Efectivamente y es lo que ha pasado con tu cadera.  En este caso, el riego no es por agua sino por sangre pero como ha dejado de llegar sangre a la cabeza femoral (digamos la parte que se parece a una bola), el hueso ha comenzado a morir.

La palabra morir no le sonaba nada bien al peque.

—No quiero tener un hueso muerto.

—No te preocupes —dijo su madre—.  ¿Te acuerdas de cuando me compraste el ramo de flores el Día de la Madre y no pude meterlas en agua hasta la noche?  ¿A que parecía que se habían marchitado?  Casi llorabas de pena.  Pues, cuando llegamos a casa, las metimos en el florero y pronto se reavivaron.  Hasta metimos una aspirina en el agua.  Pues es lo que va a pasar con tu articulación.  Se recuperará, te lo prometo.

Y así es.  Fácil no es.  Sin dolor, tampoco.  Reposo y muchas iones.  Sí, muchas, así en femenino: articulaciones, sensaciones, preocupaciones, operaciones, medicación, rehabilitación y el apoyo constante de la Asociación de Familias con Perthes y la Federación Española de Enfermedades Raras.  Que se conozca la enfermedad y que abunde la investigación para que este cuento y el de tantos niños y niñas tengan un final feliz y motivos de celebración y emoción.

 

FIN

 

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