CARRERA CONTRA EL PERTHES. Llegar a la meta.
Cuento de Encarnación Carrasco.
para el I CONCURSO «CUENTA EL PERTHES CON UN CUENTO»
Siempre que se hace un cuento se habla de dragones y princesas, de castillos encantados, de ardillas y serpientes. El cuento de hoy no tiene ninguna de estas cosas; esta historia es de un niño y su meta.
Aunque parezca así de sencillo este niño tuvo que pasar muchísimas pruebas. Unas pruebas pequeñas, otras grandes y otras casi, casi imposibles. Pero…lo consiguió, ya veréis…
Su carrera de obstáculos comenzó cuando solo tenía cinco años. Corría y jugaba en la playa y no tenía por qué preocuparse, pues sus padres velaban por él.
Hasta que jugando su madre observó que corría de forma extraña. Le preguntó si se había pinchado algo, si le dolía la pierna, a lo que a todo decía que no. El sentido de la madre, ya no le dejó tranquila, y fue a que lo viera su pediatra.
Su médico a simple vista no le notó nada, y le mandó a que le hiciesen una radiografía .Tras verla y sin dejar duda alguna, le diagnosticaron una enfermedad con un nombre rarísimo, que no se podía pronunciar. Una tal Perthes.
La primera de las grandes pruebas fue cuando estuvo ingresado en su hospital local, todo el día en la cama durante largo tiempo con contrapeso pero él no se asustaba y siempre, siempre sonreía. (Un luchador desde su nacimiento).
La siguiente prueba fue a los doce años. Le operaron porque la bola del fémur, una parte del hueso de la pierna derecha, se le iba deformando. Además al poco tiempo fue la izquierda por secuela de la derecha, necesitando luego un alza de 2´5 cm.
Para colmo ese desnivel hizo que su espalda se quedara como una serpiente ondulada… ¡Qué rabia! Fueron dos años haciendo unos ejercicios en casa. Le pusieron un aparatejo en la cama y todas las noches, absolutamente todas las noches realizaba sus ejercicios.
«Seré tal alto como la luna». Le repetía cada noche a su madre con una sonrisa enorme en la cara. Después se dormía recto toda la noche con pesas a la cabecera de la cama y en sueños corría, saltaba y jugaba detrás de un balón. (Seré tan alto como la luna») Pensaba y… ¡prueba superada!, la serpiente de su espalda desapareció (y de paso se hizo muyyyy alto)
Creció y creció pero aún le quedaba la tercera y última de las grandes pruebas. Seguía su colegio, sus ejercicios en casa y sus revisiones periódicas para seguir la evolución del Perthes.
En una de sus revisiones periódicas, le preguntó si podía seguir con el baloncesto. Su médico le dijo que podía hacer vida normal, pero que cuando fuese mayor tendría que necesitar una cadera nueva.
Con el visto bueno del médico, seguía montando en bici y siguió con su equipo de baloncesto. Aunque tenía ese problema nada le iba a impedir practicar deporte que era su pasión.
Era plenamente feliz, y estaba contento de realizar ejercicios. Tras algunos años saltando y jugando partido tras partido, vinieron varios esguinces de tobillo y lo tuvo que dejar, pero no el baloncesto, ya que empezó su trayectoria de entrenador. Llevaba dos equipos, uno de chicas de la universidad y otro de su propio colegio de primaria. El tiempo fue pasando, y siguió estudiando la carrera de Profesor de Educación Física y rápidamente pudo ser maestro.
Su andar fue poco a poco cambiando ya que el movimiento del fémur estaba perdiendo flexibilidad, pero él no dejaba de realizar ejercicios. Iba a natación, para que la espalda y resto de articulaciones y musculatura siguiera en buen estado, practicaba deporte de aventura, en ocasiones hacía de monitor de campamento, y enseñaba el deporte de orientación en la naturaleza.
Como su mayor deseo era de montar en bici, y en una normal le era imposible, realizó un proyecto: el deporte para todos con bicis adaptadas, o handbike y con ella recorrería todas las vías verdes de España en su tiempo libre, y además podía disfrutar de la naturaleza consiguiendo que otras personas le acompañara en la ruta. Pedaleando con mis manos, le llamó.
Las revisiones médicas iban produciéndose, en su debido tiempo, y en unas de ellas un médico de manos grandes y ojos claros le dijo: «Esta cadera ya no te sirve, ¿quieres otra?, tengo una estupenda digna de un rey».
Y era una cadera chulísima; con treinta y siete años volvió a disfrutar de todo lo que él adoraba: el campo, las carreras de orientación, el baloncesto, las bicis y hasta escalaba.
Bueno, al principio utilizó unas muletas e hizo ejercicios terapéuticos y piscina para que la pierna derecha volviera a tener musculatura y fuerza. Ya era un gran campeón pero… ¿y la meta? ¿Dónde estaba?
Ya recuperado hubo una concentración de equipos del Deporte de orientación que venía de todas partes de España, él se inscribió con su equipo, y dijo que él también participaría, y emprendió su carrera ya que hacía años que no corría.
Y llegó a la meta con ilusión y alegría…
Aquel pequeño niño, ya un gran hombre dijo tras cruzar la meta: «Lo importante no es ser el primero, lo importante es llegar a la Meta».
En todos los ámbitos de la vida, no lo olvidéis.
Y colorín colorado, este cuento no se ha acabado…
FIN
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